Un Pacificador está completamente consciente de que para hacer o decir algo con amor, primero hay que estar en un estado de paz. El amor es lo que irradias desde tu corazón al mundo. Eres una fuente de amor para el mundo. La calidad de tu amor está definida por la intención detrás de cada uno de tus pensamientos, palabras y acciones. El amor verdadero no tiene expectativas, por lo que genera esperanza.
El amor verdadero no es egoísta. Amar es tener el auto respeto de ser quien realmente eres. El amor desaparece cuando intentas ser alguien que no eres.
Eres amor y lo expresas con afecto, cariño y amistad.
Entregas el regalo del amor cuando te conectas con los demás con la intención de entregar tu atención completa y de estar disponible para atender sus necesidades de acuerdo a tu capacidad.
El Pacificador está completamente consciente de que la única guía en la vida es la verdad, de donde proviene la capacidad de discernir entre lo
verdadero y lo falso. La verdad es lo que nunca cambia. Esto incluye quién eres y por que estás aquí. La verdad de cada ser humano es que es un ser espiritual, eterno e inmortal.
Lo importante es estar consciente de que estás aquí para crear tu vida, para crear en esta vida tu propia y única historia. Si realizas esto sin ego,
sin intentar ser alguien que no eres, lo lograrás hacer con paz y amor.
Y así conocerás el verdadero sentimiento de la alegría más grandiosa.
Entregas el regalo de la verdad cuando eres tú mismo y no ocultas nada, cuando eres transparente y permaneces abierto a todos en todo momento. Lo desafiante es la parte de serlo "en todo momento y con todos”.
El Pacificador está completamente consciente de que la auténtica felicidad sólo es posible cuando una acción se crea con la verdad, se entrega con amor, y lleva el regalo de la paz al otro.
El contentamiento es el fruto de aceptar a todos como son, y de aceptar todo como es. La felicidad es el fruto de hacer lo preciso, en el momento indicado por las razones correctas. La dicha es la felicidad más grandiosa cuando no hay apego a las creencias, deseos, expectativas e ilusiones que hemos asimilado en la vida. Estar contento, crear felicidad e invitar a que tu dicha regrese, son las tareas de un Pacificador.
Entregas el regalo nutritivo de la felicidad, cuando permaneces contento
aún entre el descontento de los demás, cuando das alegría para
iluminar la oscuridad de la tristeza de los demás, cuando contagias
a los demás con tu sonrisa y una actitud optimista cuando están
enfrentando alguna adversidad.
El Pacificador está consciente de que practicar la pureza no se trata de ser puritano, sino simplemente de limpiar toda la basura tóxica de creencias e ilusiones que distorsionan y perturban nuestra capacidad de estar en paz y dar con amor.
La pureza se dimensiona de acuerdo a la calidad de tu paz, del poder de tu amor y de la profundidad de la verdad con que actúas. Eres un alma pura en tu estado más elevado. Es la conciencia de esta realidad personal,
la que ahora puedes restaurar y revelar. La pureza atrae pero no aprisiona, sana sin dejar cicatriz y empodera a los demás sin generar una deuda.
Entregas el regalo de la pureza cuando te comprometes con
integridad y sólo ves por el bien de los demás. Las intenciones puras
combinadas con una visión pura son los elementos fundamentales para
un mundo de paz.
El Pacificador está consciente de que la compasión es una cara del amor
que se muestra ante el sufrimiento de los demás, incluso de los
que se consideran enemigos y adversarios.
El corazón compasivo percibe el sufrimiento de los demás sin tener que sufrir. Esta habilidad es consecuencia de la empatía y el entendimiento.
Sólo cuando terminas con todo juicio y condenación, tu corazón puede
experimentar la compasión.
La compasión es un mensaje de esperanza a los desesperanzados, un gesto de cuidado a los negligentes y un acto de amor que alivia el corazón
de todos los que creen que el amor se perdió.
Entregas el regalo de la compasión cuando das la mano para ayudar a
los demás, cuando te sientas con alguien y escuchas desde tu corazón, y
cuando estás disponible incluso teniendo otros compromisos agendados.
Un Pacificador está completamente consciente de que incluso un pequeño gesto de amabilidad puede conmover y transformar la percepción de otra persona y así, cambiar su mundo. Cuando tus gestos amables se ven y se sienten, tus intenciones se perciben a un nivel más profundo. Es tu intención la que crea una marca indeleble en el corazón de los demás. La intención pura puede aliviar cualquier dolor, incluyendo el propio.
El lenguaje del amor verdadero es ser amable, libre de toda expectativa. El lenguaje de la verdadera caridad es ser altruistamente amable, libre de todo deseo.
La amabilidad tiene el poder para transformar la actitud hipócrita de los demás y la de ablandar los corazones más duros.
Entregas el regalo de la amabilidad cuando te entregas y compartes con los demás sin tener el sentimiento de sacrificio o de pérdida, cuando te importa no solo tu meta, si no también la de la otra persona, cuando te sientes libre de todo sentimiento de obligación.
Un Pacificador está completamente consciente del poder del perdón para sanar una relación y para disipar cualquier ilusión que podamos tener de que alguien nos ha lastimado. El perdón evita que culpes a los demás y que los demás te culpen a ti.
El perdón libera tu corazón de la prisión del resentimiento y comienza a disipar la ilusión del distanciamiento, es el poder del amor en acción.
La práctica del perdón puede revelar el error frecuente y común que todos cometemos al creer que nos han lastimado, cuando en verdad sólo es el ego el afectado.
Cuando te das cuenta que no fueron ellos los que te hicieron sentir así, sino que fuiste tú mismo, comprendes tu responsabilidad contigo y con los demás. Esto ayuda a olvidar lo que te llevo a sentir odio o rencor.
Entregas el regalo del perdón cuando puedes encontrarte con alguien nuevamente, como si fuera la primera vez, con el pasado limpio y claro. Cuando te das cuenta de que todos somos únicos y valiosos.
Un Pacificador está completamente consciente de que la paciencia infinita crea resultados instantáneos. Todos los deseos mueren en las rejas de la paciencia y las expectativas no se atreven a ingresar.
La paciencia se convierte en fe cuando eres consciente de que eres un ser ilimitado que ya tiene todo lo que necesita. La paciencia se convierte en contentamiento cuando eres consciente de que siempre recibes una invitación para participar en este juego llamado vida.
La paciencia se convierte en aceptación cuando eres consciente de que no puedes cambiar a los demás.
El regalo de la paciencia está presente cuando permites que los demás sean lo que ellos quieren ser, no lo que tú quieres que sean, cuando apoyas a los demás con el conocimiento de que ellos son los dueños de su vida, cuando esperas conscientemente a que cada uno muestre su verdadera naturaleza de paz y amor, como cada uno finalmente lo hará.
Un Pacificador está completamente consciente de que la fe ciega nace de las creencias falsas, en cambio la fe inquebrantable da estabilidad en cualquier situación inesperada, incluso si algo parece un error, no lo es, todo viene por una razón, confía en que cada escena de la vida es parte de un destino luminoso, benevolente y preciso.
La fe nunca mira hacia atrás, así es que nunca se arrepiente.
No se preocupa del futuro así es que nunca se proyecta.
Entregas el regalo de la fe, cuando te niegas a la tentación de
preocuparte, cuando la tentación de corregir a los demás es
reemplazada por una oportunidad para guiarlos y cuando
la tentación de declarar algo como verdad, es reemplazada
por encontrar la pregunta adecuada que le permita a los demás
descubrir la verdad por si mismos.
La fe es el regalo de la confianza en alguien más y es la nutrición de la confianza en el propio ser.
Un Pacificador sabe que la humildad es uno de los primeros signos de que el alma se ha hecho completamente consciente de que realmente es un ser espiritual y no una forma humana. No se puede perseguir a la humildad. Sólo se muestra cuando el ego se ha ido. Como la humildad se inclina, se mantiene elevada. No busca
reconocimiento, sin embargo, su grandeza no puede ocultarse.
La humildad parece débil ante el ego de los demás, pero en realidad hay gran fortaleza en la humildad. La humildad es como un árbol, donde los demás se refugian bajo su sombra. La humildad es la
compañera secreta de la sabiduría.
Entregas el regalo de la humildad cuando pones el bienestar,
progreso y éxito de los demás antes que el tuyo, cuando piensas o dices desde el corazón: "tú primero".
Un Pacificador está completamente consciente de que una relación no puede ser real y verdadera sin respeto mutuo.
El respeto es frecuentemente lo primero que se pierde y lo último
que se recobra. El respeto siempre ve más allá de los errores,
las debilidades, las acciones del pasado e incluso de las intenciones
manipuladoras de los demás. Observa y confirma el valor y bondad
innatos dentro de los demás, aún cuando ellos mismos no pueden verlo.
Observa y reconoce el valor incalculable de cada persona, incluyendo
la del propio ser. El Pacificador está consciente de que el mayor
error que podemos hacer es esperar respeto, porque genera
infelicidad en el propio ser y conflicto en las relaciones.
Respeto es amor con un comportamiento honorable. Entregas el regalo del respeto cuando tienes consideración incondicional por otra persona sin importar su pasado. Cuando no esperas ser reconocido y valorado y en cambio aceptas y aprecias a los demás, sin expectativas y sin el deseo de recibir lo mismo en retribución.
Un Pacificador está completamente consciente de que la paz es su naturaleza original, “Soy un ser de paz", y por ello nunca la puede perder. No es sólo una palabra, es un estado auténtico que trae al mundo todo lo necesario para una vida feliz.
La paz es el silencio que prevalece en una mente sin pensamientos negativos. Es la quietud silenciosa y contenta que acompaña a un corazón que ya no necesita buscar amor. Es el cimiento, el núcleo, el estado original y eterno del ser que crea la estructura espiritual de la vida como una fortaleza que nunca puede ser destruida,
tal vez quebrantada, pero nunca destruida.
Si en lo profundo del ser no existiera esa paz y silencio, ya todos estaríamos locos.
Tú eres el regalo de paz para el mundo. Cuando estás "en paz" la energía de tu consciencia vibra y se irradia, tocando todo y a todos a tu alrededor. En este estado tú eres el Pacificador que asegura que nuevamente todos viviremos en paz.
Para su fácil lectura, puede descargar el PDF Un Pacificador, Convertirse y Ser